Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

lunes, 12 de diciembre de 2016

Menú del día


- ¿Cuánto falta, papá? - me pregunta Lucas por tercera vez en menos de diez minutos.

Como cada domingo, vamos a la residencia a visitar a su abuelo. A Lucas no le gusta nada ir, dice que se aburre. No le culpo, el abuelo ya casi ni nos reconoce y la mayor parte del tiempo mira hacia el infinito sin vernos siquiera. Pocas veces hila tres o cuatro frases seguidas.

- ¿Qué comemos hoy? ¡Pizza! Por favor... - suplica Lucas, en claro chantaje emocional de niño de cinco años.

Accedo dando por hecho que acabaremos comiendo lo que él quiera. Cuando yo tenía su edad, se comía lo que hubiera ese día. Recuerdo la comida casera de mi madre, disfrutar de la mezcla de aromas al entrar en casa después del colegio. Y recuerdo a mi padre llegando del trabajo por la noche y jugando conmigo a adivinar el menú del día. Se colocaba delante de mí, me frotaba el pelo, me daba unos golpecitos suaves en la cabeza, como si llamara a la puerta, y se llevaba los nudillos a la nariz. Aspiraba profundamente, absorbiendo el olor de la comida que le llegaba desde mi cabeza hasta sus nudillos, se concentraba y hacía una pausa antes de decir:

- De primero... macarrones - sin dudar -. Y de segundo… ¿pollo con ensalada? - a veces titubeaba un poco, para no parecer demasiado seguro.
- ¡Sí! ¡Has acertado! - exclamaba entusiasmado.

Me parecía increíble, mi padre lo adivinaba siempre. Nunca me percaté de cómo mi madre se colocaba estratégicamente a mi espalda, para que no pudiera verla mientras le indicaba a mi padre cuál había sido el menú del día.

Cuando llegamos a la residencia el abuelo está sentado en su sillón de siempre. La mirada perdida de siempre. La inexpresividad de siempre.

- Hola, papá – le digo -. Lucas y yo hemos venido a verte. Anda, Lucas, dale un beso al abuelo.

Lucas se acerca y besa a su abuelo en la mejilla. Mi padre reacciona y besa también a Lucas en la cabeza. Entonces, le da unos golpecitos suaves en la cabeza y se lleva los nudillos a la nariz. Aspira profundamente y dice:

- Macarrones y pollo con ensalada.

Sonríe y le guiña un ojo a Lucas. El nudo de mi garganta sólo me deja decir:

- Sí, papá. Macarrones y pollo con ensalada.