Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...
miércoles, 20 de abril de 2016
Microcuento
Se enamoró del personaje, sin conocer a la persona. Cuando se quiso dar cuenta, ya era demasiado tarde.
jueves, 14 de abril de 2016
Microcuento
Tropezó dos veces con la misma piedra. La primera vez se levantó y siguió su camino. La segunda vez se llevo la piedra a casa.
lunes, 11 de abril de 2016
Oniria
Os aseguro que la historia que os voy a contar es
totalmente verídica.
No suelo soñar demasiado. Y las pocas veces que tengo
algún sueño, casi no recuerdo nada de ellos. Sólo alguna idea,
alguna imagen o algunas palabras sueltas. Pero en este caso
particular, lo recuerdo casi al completo.
En mi sueño estoy en una fiesta que se celebra en un
bar. Una larga barra recorre todo el local, con tres camareros
sirviendo copas sin parar. Un enorme espejo guarda las espaldas a los
camareros y consigue que la sala parezca mucho más grande. Un juego
de luces de colores giran y mutan de color: del verde al rojo, del
rojo al amarillo, del amarillo al azul y de nuevo al verde. Se
escucha música sin parar, aunque no soy capaz de identificar ni una
sola de las canciones.
Yo no soy el protagonista de la fiesta, ni siquiera sé
el motivo exacto por el que se celebra. Pero he ido allí con un
grupo de amigos con los que charlo alegremente. Les reconozco a todos
y me encuentro muy cómodo estando con ellos. En la fiesta hay mucha
más gente, desconocida para mí y con la que no interactúo. Quizás
son sólo el reflejo de nosotros mismos en el enorme espejo.
En un momento agacho la mirada para mirar mi reloj y ver
qué hora es. Las nueve y veintiocho de la noche. Al levantar de
nuevo la vista, mis amigos han desaparecido de repente. Me encuentro
sólo y rodeado de extraños que me miran fijamente, muy serios. La
música se ha apagado y todos los focos de colores me iluminan sólo
a mí, como si fuera el actor principal de una obra de teatro
actuando encima de un escenario.
De entre el grupo de gente que me rodea surge una mujer
guapísima que se dirige directamente hacia mí. Calculo que debe
tener unos treinta y pocos años, de piel más bien pálida y larga
melena de finísimo pelo moreno. Los ojos más verdes que he visto en
mi vida me hipnotizan y con la voz más dulce que nunca he escuchado
me dice: “Ven”.
Me coge de la mano y tira de mí, abriéndose paso entre la gente que vuelve a beber y bailar al ritmo de la música, olvidándose por completo de nosotros. Avanzamos a un paso lento, pero firme, sin vacilar. Parece que la chica conoce bien el local.
Me coge de la mano y tira de mí, abriéndose paso entre la gente que vuelve a beber y bailar al ritmo de la música, olvidándose por completo de nosotros. Avanzamos a un paso lento, pero firme, sin vacilar. Parece que la chica conoce bien el local.
- ¿Cómo te llamas? – le pregunto.
- María. – me responde. Y su boca de labios carnosos
me devuelve una sonrisa imposible de olvidar.
- ¿Dónde vamos? – le vuelvo a preguntar.
- Fuera, lejos de aquí. Tenemos que huir. – la sonrisa
desaparece.
- ¿Huir? ¿De qué?
- De quién, más bien.
Suena un timbre que reconozco como el tono de llamada de
mi teléfono móvil y me despierto.
Con los ojos aún entrecerrados y tratando de
despertarme, escuché perfectamente mi móvil sonando. Miré el reloj
de la mesilla de noche y marcaba las nueve y veintiocho de la mañana.
El número que continuaba llamando me era desconocido. Descolgué y
pregunté aún medio dormido: “¿Dígame?”. Desde el otro lado de
la línea parecían dudar un segundo. Finalmente, una voz de hombre,
grave y decidida, me preguntó: “¿Está ahí María?”. Parecía
enfadado. No sabía muy bien qué contestar, estaba un poco confuso.
Miré torpemente al otro lado de la cama, sin saber muy bien qué
buscaba. Vacía. “No, creo que se ha confundido…” respondí
lentamente. El desconocido colgó sin más y yo grabé para siempre
en mi memoria la imagen de María.
miércoles, 6 de abril de 2016
Microcuento
Cuando el silencio inundó la habitación vacía, descubrió en el espejo que ya no estaba solo.
Fundido a negro
Hay personas que no deberían irse nunca. Y, sobre
todo, hay personas que no deberían irse pronto. Mi amigo Hugo era una de esas
personas.
Conocí a Hugo en el trabajo, hace ya siete años. Los
dos comenzamos a trabajar el mismo día en la empresa y nos sentaron uno al lado
del otro. Los dos éramos igual de jóvenes, igual de inexpertos, igual de
ingenuos e igual de responsables. Pero nos tomábamos la vida de forma muy
distinta. Desde el principio nos tocaron las narices con los horarios y las
tareas. Tenían una norma no escrita de que lo que no quería nadie, le caía a
los nuevos. Marrón tras marrón. Y mientras yo me amargaba y me quejaba sin parar,
Hugo desprendía optimismo. Incluso aprovechaba para contar chistes y reírse de
todo en los momentos de más presión. "Hay que tomarse la vida con
humor", me decía a menudo.
Dicen que el roce hace el cariño. Cada día que pasaba
con Hugo aprendía a quererlo un poco más. No era sólo por su actitud positiva, sino
porque era muy buena persona y se hacía querer. Ya sé que es lo que se dice de
casi todas las personas cuando ya no están. Pero en su caso no es un tópico.
Cuando le detectaron el cáncer, en fase demasiado
avanzada, fue un mazazo para todos. Pero él, aparentemente, se lo tomó con
resignación y entereza. "No soy el primero ni seré el último. Este partido
lo voy a ganar", decía. Nos prohibió que lo llamáramos "una larga
enfermedad" y no tenía ningún reparo en hablar de ello con toda
naturalidad.
Llegué al funeral completamente hundido. El olor de la
cera de las velas quemándose mezclado con el aroma de las flores de la sala me
revolvió el estómago. El cura del cementerio ofició la ceremonia de forma rutinaria,
supongo que como todas las que ya había oficiado en su vida. Pero cuando
terminó, dijo: "Ahora alguien os quiere decir unas palabras". Sacó un
mando a distancia de debajo del atril y encendió una de las pantallas que había
en la sala. Hugo apareció en el plasma. Estaba sentado en una butaca del
hospital, con un camisón verde y un gotero enganchado al brazo. Tenía ojeras y
había perdido todo el pelo de la cabeza y bastantes kilos. Su aspecto era muy
cansado. Pero sonreía.
"¡Vaya pintas llevo, eh! Tenía pensado ponerme un
traje de lo más elegante, acorde a la ocasión. Pero no tenía ninguno que me
hiciera juego con este verde horroroso. Voy a poner una queja al hospital para
que los camisones sean blancos, que así pegarían con todo.
Bueno, pues ya estamos todos en mi funeral. Quería
daros las gracias por haber venido, así no estoy sólo. Hubiera sido muy
aburrido y muy triste. Creo que la última vez que vino tanta gente a verme fue
en mi último cumpleaños, ¿os acordáis? Os aseguro que yo sí. Por esa época ya
sabía que esto (se señala la tripa con el dedo) tenía mala pinta, pero no hubiese
cancelado la fiesta por nada del mundo. ¡Me lo pasé genial ese día! Todavía me
acuerdo del buen rato que pasamos en el karaoke... Seguro que lo que no podéis olvidar
vosotros es mi terrible versión de "I will allways love you". ¡Vaya
gallos me salieron! Evidentemente era por la medicación porque todos sabéis que
yo canto de maravilla, ¿no? (nos guiñó un ojo) Por favor, proponedme para el
Grammy póstumo a la peor versión del año, ¡me lo llevo seguro!
Ahora en serio... Gracias. Gracias a todos por estar
ahí. Hoy y siempre. Ahora que tengo mucho tiempo para pensar y recapitular lo
que ha sido mi vida me doy cuenta de que sois lo mejor que he tenido. Mi
familia, mis amigos, todas las personas que me habéis querido y que habéis
hecho que mi camino haya merecido la pena. Gracias de corazón.
¡Eh! ¡Pero nada de lágrimas, que nos conocemos! Ahora
mismo quiero que os vayáis todos a un bar y os toméis lo que queráis. Le he
dejado a mi hermano dinero para invitaros a todos. Una fiesta más a mi salud. Bueno,
en este caso a mi falta de salud. ¡Y que no sea la última!
¡Hala, a emborracharse todo el mundo! Es mi última
voluntad y tenéis que cumplirla, que para algo soy un moribundo (nos volvió a
guiñar un ojo).
Adiós a todos. Os quiero."
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