Cada
mañana a primera hora recorro el Retiro para limpiar y adecentar el Parque.
Llevo más de veinte años trabajando en esto y nunca había visto lo que está
ocurriendo este otoño: las hojas que caen de los árboles están desapareciendo. Cuando
entro al Parque, no queda ni una hoja en el suelo. Ayer decidí quedarme a pasar
la noche para ver qué ocurría. Y lo descubrí.
Vi
a un tipo extraño salir de la Osera de la Casa de Fieras, recoger con una pala
los montones de hojas que había cerca, guardarlas en un saco y volver a entrar.
Repitió este proceso varias veces. Le seguí y entré a una especie de cueva
subterránea por una trampilla que se dejó abierta. Y allí estaba el tipo,
revisando una por una todas las hojas y guardando en sobres transparentes las
que iba eligiendo.
“¿Qué
estás haciendo?” le pregunté. “Colecciono hojas.” me respondió sin sorprenderse
de mi presencia. “Y ¿para qué?” me picaba la curiosidad. “Para construir un
libro. Un libro con todas las hojas diferentes. El libro más grande y más
bonito del mundo.”, me dijo con una sonrisa burlona.