Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

martes, 14 de julio de 2015

Había una vez...



Había una vez un Niño que, ya desde pequeño, le gustaba más jugar solo que con otros niños. Algunos de ellos pensaban que era un poco raro. ¿Cómo le puede gustar más estar sólo que jugando con nosotros? ¡Eso es muy aburrido! Los mayores decían que lo hacía porque era tímido. A veces, le obligaban a jugar con los demás. No puedes estar solo, tienes que jugar con los otros niños.

Lo que nadie sabía es que el Niño prefería estar sólo porque así podía inventarse todos los juegos que él quisiera, con las reglas que quisiera, con la gente que quisiera, sin ninguna limitación más allá de su propia imaginación. Así conseguía que sus juguetes hicieran cosas increíbles que no se les ocurrían a otros niños.

Además, al Niño le encantaba leer. Se podía pasar las horas sentado en la misma posición, casi sin moverse, leyendo cuentos, tebeos y, sobre todo, libros de aventuras. No había nada más placentero para él que descubrir en cada página a nuevos personajes, nuevos lugares y nuevas historias que casi podía vivir en primera persona y que podía recrear en cualquier momento con sus juguetes. No sabía si alguna vez iría a Rusia, pero sabía los peligros que allí le podrían esperar si tenía que cruzarla para entregar una carta. Quizás no viera nunca un submarino, pero era capaz de viajar en uno una distancia de veinte mil leguas en una sola tarde. Puede que jamás encontrará el mapa de un tesoro, pero conocía una isla en la que los piratas escondían uno a buen recaudo.

El Niño nunca veía las noticias en la televisión ni leía los periódicos. Todo lo que allí aparecía eran historias tristes que no gustaban a nadie, al Niño tampoco. Un día se le ocurrió que él podría escribir su propio periódico, con noticias que todos quisieran leer. No debía ser muy difícil, aunque nunca hubiera escrito ninguna. Así que cogió un cuaderno en blanco y escribió en cada página la noticia que le gustaría leer: un coche de policía volaba a la Luna con un equipo de astronautas para jugar un partido de futbol con los extraterrestres, los indios y los vaqueros ponían fin a la guerra y firmaban la paz en el fuerte, triunfaba un nuevo grupo musical que tocaba con raquetas como si fueran guitarras y con la papelera como si fuera un tambor, el Rey daba un discurso para anunciar que ampliaba las vacaciones escolares un mes más...

Al Niño también le gustaba Raquel. Era la niña más guapa del mundo. Bueno, no conocía a todas las niñas del mundo. Ni siquiera conocía a todas las niñas de su colegio. Pero sí conocía a todas las niñas de su clase y ella era la más guapa de todas. Supo en clase de lengua que le encantaba la poesía. Así que el Niño le escribió en una página especial de su cuaderno una poesía que se titulaba “Para Raquel”. Puede que "pelo" con "cielo" y "sonrisa" con "brisa" no fueran las mejores rimas que un poeta pudiera escribir, pero el Niño pensó que a Raquel le gustarían mucho. Fue una pena que Raquel se marchara del colegio ese mismo curso y nunca leyera la poesía. Aun así, El Niño siguió escribiéndole poesías, por si algún día ella regresaba.

En ese cuaderno el Niño también escribía cuando se sentía muy triste o cuando se sentía muy alegre. El cuaderno siempre le entendía, nunca le replicaba, siempre se alegraba por él, nunca le ponía pegas. Era muy fácil contarle todo al cuaderno. Además, cuando releía las páginas anteriores, le ayudaban a sentirse mejor, dándose cuenta que nunca nada fue tan terrible y que siempre se encontraba un motivo para sentirse mejor.

Con el paso de los años, el cuaderno del Niño se fue quedando en el olvido. Tenía demasiadas obligaciones y no le quedaba tiempo para escribir nuevas noticias imaginarias. Como sólo el Niño conocía la existencia del cuaderno, al final acabó por desaparecer. Quizás se perdió en alguna mudanza, quizás se lo llevó alguno de los personajes de las historias a uno de sus viajes y ya no quiso volver.

Sin embargo el Niño nunca olvidó que siempre hay nuevos cuadernos en los que poder escribir. Y, de vez en cuando, encuentra el tiempo suficiente para imaginar una nueva historia y volver a escribir, al menos, una nueva página.

domingo, 12 de julio de 2015

martes, 7 de julio de 2015

Hoy



Huellas en la arena de una playa sin mar.
Cenizas de una hoguera que murió.
Recetas de cocina sin una pizca de sal.
Canciones que sólo el espejo recitó.

Libros de aventuras que no tienen final.
Noches en vela sin luna ni sol.
Mañanas de silencio al despertar.
Dioses que hipotecan su perdón.

Sombras sin un dueño al que espiar.
Juegos en tableros de cartón.
Nombres que no se pueden ni nombrar.
Almas vagando alrededor.

Palabras que el viento no se quiere llevar.
Amantes huérfanos de pasión.
Hijos sin regalo en Navidad.
Heridas que sólo el destino decidió.

Caminos por los que no se puede regresar.
Tormentas de reproches sin control.
Tostadas untadas de verdad.
Pecados que el santo confesó.

Risas que se camuflan entre la soledad.
Lágrimas que simulan emoción.
Errores reiterados al errar.
Permisos para volar sin dirección.

Danzas sin música, nada que bailar.
Vacaciones en el limbo del rencor.
Principios que nadie quiere terminar.
Miedo a volver, donde todo empezó.