Imagina que
vives en un país que está en guerra. Que tu objetivo de cada día
es evitar que te mate una bomba o un disparo. Que ves como algunos de
tus amigos y familiares ya no están contigo. Que intentas por todos
los medios que tus hijos no descubran lo cruel que es una situación
así. Que algunos de tus vecinos pueden delatarte simplemente por
pensar diferente o profesar otra religión que no es la suya. Que la
comida escasea cada vez más y que las casas son destruidas a tu
alrededor sin importar si hay alguien viviendo dentro.
Imagina que
vives en un un lugar sin recursos. Un lugar en el que la pobreza no
es una excepción, es la norma. Un lugar donde sabes que el hambre
convive con prácticamente todos los que viven allí y en el que la
esperanza de vida se va reduciendo cada año. Un lugar en el que, a
pesar de ser tu hogar, no quieres estar nunca más.
Imagina que
alguien sin escrúpulos te hace saber que tienes oportunidad de una
vida mejor en otro sitio. Alguien que te promete que, a cambio de una
cantidad de dinero que ni siquiera puedes reunir por ti mismo, puedes
cerrar este capítulo y conseguir lo que jamás soñaste con llegar a
tener. Alguien que te insiste tanto en que es posible, que consigue
que superares el miedo a perder la vida en el intento.
Imagina que
llegas una noche a la orilla del mar donde te espera una barcaza, con
pinta de poco resistente. Y donde esperan otras decenas de personas
que también han sido convencidas por el tipo sin escrúpulos que se
frota las manos contando los billetes que has conseguido reunir.
Decenas de personas en las que sólo ves miedo y desesperación, lo
mismo que ellos ven en ti. Imagina que en lugar de la orilla del mar
es el comienzo de un desierto, la ascensión a una escarpada
cordillera, una carretera inhóspita o una enorme valla metálica a
la que tienes que escalar.
Imagina que,
mientras estás en la barcaza en mitad de un mar embravecido,
caminando en la oscuridad de la noche, escondido en algún recoveco
de un camión o encaramado en la valla metálica, piensas en los
tuyos. En esos que saben que te has marchado y que no tienen manera
de saber de ti durante días o semanas o incluso meses. Imagina que
cuando estás allí, piensas en todos los que salieron antes que tú
y nunca llegaron. Los que se quedaron en el camino, ahogados,
enfermos, despeñados, atropellados... Esos que fueron tan valientes
como tú y que no obtuvieron el premio que tú esperas. Esos que no
obtuvieron ningún premio, que sólo consiguieron una muerte
solitaria en mitad de ningún sitio.
Imagina el
frío, la humedad, el cansancio, la deshidratación, el hambre, el
temor a ser descubierto. Así durante horas, en las que sólo puedes
esperar. Esperar y rezar a algún Dios que evite que la barca se
hunda, que el camión se estrelle, que las fuerzas flaqueen, que el
desanimo se contagie, que la esperanza se pierda.
Imagina que
consigues sobrevivir al viaje y llegas a tu destino. Ese lugar que tú
esperas como un paraíso y en el que te reciben como un problema, no
como el ser humano que eres. Un lugar en el que existen unas leyes
que no conoces y en las que apareces catalogado como delincuente, sin
tener en cuenta de dónde vienes o lo que has sufrido. Ese en el que
se mezclan los llantos de los niños con las súplicas de las madres
para que les dejen estar. Ese lugar en el que no entiendes qué te
dicen, pero sí comprendes que no eres bien recibido.
Imagina que
tienes la suerte de pasar al otro lado y llegar a un lugar
completamente desconocido, en el que no conoces a nadie y en el que
algunos te odian por ser simplemente diferente. Imagina que tienes
que buscar una manera de ganar dinero para poder alimentarte, para
poder pagar un sitio en el que dormir, para intentar contactar con tu
familia para decirles que estás vivo, para hacérselo llegar a tus
hijos o tus padres y que puedan vivir un mes más. Y que otro
individuo sin escrúpulos te ofrece una miseria a cambio de
esclavizarte y tener que trabajar mil horas escondido en algún
taller clandestino o vendiendo cualquier cosa en playas, plazas,
mercados... Ocultándote siempre de la policía y de los indeseables
que quieres echarte de su país para que no le quites el trabajo.
Imagina si
no te plantearías si a esto se le puede considerar vida.
¿Te cuesta
imaginártelo? Pues es la realidad de cada día de muchísimos seres
humanos.