Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

viernes, 27 de noviembre de 2015

Maratón





Casi un año pensando en ello, 16 semanas de entrenamientos, unos 500 kilómetros de preparación, algunos dolores de rodilla, tendones y otros que ya no recuerdo, 15 sesiones de fisioterapia, cientos de ejercicios de estiramientos, ciertas renuncias a los alimentos que más me privan (menos de las que hubiera debido), varias sesiones en muy buena compañía (más de las que hubiera imaginado), instantes puntuales de dudas razonables, días de calor, de frío, de lluvia y de viento, muchos ánimos de gente cercana y no tan cercana, casi 4 kilos menos de peso, continuas duchas de agua fría para las piernas, unos pocos madrugones domingueros, horas y más horas corriendo en soledad...

Después de todo esto, ya sólo quedan 42 kilómetros (y 195 metros). Los últimos, los más difíciles, los más emocionantes, los más esperados y los más temidos.

No sé si conseguiré llegar. Y, si llego, no sé en qué condiciones lo haré. No sé cuánto me costará recuperarme ni si algún día me volverá a apetecer salir a correr. Tampoco tengo nada claro en estos momentos que quiera repetir esta experiencia y pasar de nuevo por todo esto en el futuro.

Pero lo que sí sé es que, pase lo que pase, ya habré alcanzado mi meta. La meta de haber completado toda la preparación y colocarme en la línea de salida. La meta de saber que se puede conseguir algo con esfuerzo y constancia, superando adversidades, disfrutando de los momentos buenos. La meta de tener la certeza que se pueden alcanzar los objetivos (razonables) que te planteas si realmente lo deseas. La meta de conocerme un poco más a mi mismo, mis límites y mis aptitudes, de superarme un poco cada día. La meta de saber tener paciencia y no esperar a que todo suceda ya. La meta de tratar de controlar la mente para que la mente trate de controlar al cuerpo. La meta de aprender a sufrir un poco para saborear mejor los resultados.

Así que, si el domingo no puedo con los últimos kilómetros y no recibo ninguna medalla, me dará igual. Porque yo ya me he llevado mi premio.