Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

domingo, 25 de enero de 2015

Microcuento

No tenía tiempo ni para estar solo. Empleaba cada segundo en olvidarse de los demás.

lunes, 12 de enero de 2015

Microcuento

Soñaba con un imposible... Hasta que el imposible le despertó de su sueño.

martes, 6 de enero de 2015

Para Elisa



Alberto volvía a casa aún enfadado. Hacía menos de una hora que había cogido la correa de Luka, la había sujetado al collar de su fox terrier y había salido dando un portazo. Un trueno en el momento más álgido de la tormenta. No era la primera vez que discutía con Elisa, ni sería la última. Pero sí era una tendencia que iba en aumento en los últimos tiempos. Más de lo que nunca hubieran imaginado algunos años antes.

Alberto estaba cansado. Cansado de discutir, cansado de dar explicaciones, cansado de reprochar, cansado de una vida que les conducía hacia la infelicidad. Cada día que pasaba era más el perrito faldero de Elisa. Se dormía lo que ella quería, se comía lo que ella decía, se iba a donde a ella le apetecía... Parecía que a Elisa no le bastaba con Luka.

El problema era que la quería. La quería y la necesitaba. La vida sin ella era un río sin agua, un invierno sin bufandas, un poeta sin su musa. Después de tantos años juntos, pensar en cómo sería la vida sin ella era ciencia ficción.

Cuando llegaba al portal de su casa, una furgoneta paró justo delante. Alberto vio cómo un repartidor se bajaba de ella y sacaba de la parte posterior un enorme ramo de rosas rojas. Alberto y el repartidor llegaron a la vez al portal. Mientras el repartidor leía en su hoja de entrega, Alberto le saludó y le abrió la puerta. Los dos entraron en el ascensor y Alberto preguntó:
- ¿A qué piso?
- Al quinto... Quinto C.

Alberto sintió un nudo en el estómago. Era su piso. Y las flores eran para Elisa, sin duda. ¿Quién se las mandaba? No era su cumpleaños, ni su santo, ni se le ocurría ningún motivo que hubiera que celebrar. Seguro que Elisa tenía un amante y por eso estaba tan mal con él últimamente. Le engañaba con otro, no cabía otra explicación. Y el muy cabrón le mandaba flores a casa. A su casa. El cabreo de Alberto iba en aumento y la sangre se le agolpaba en la cabeza. Luka olisqueaba al repartidor, intentando averiguar si era él el que olía tan raro.

- Es mi piso, son para mi mujer. Las encargué yo. - mintió Alberto.
- ¿Elisa Leal? - preguntó el repartidor confirmando el nombre en su nota.
- Sí. - confirmó Alberto.

Entregó al repartidor un billete de cinco euros como propina y se quedó con el ramo justo antes de llegar al quinto piso y despedirse en el rellano. Entre las rosas rojas destacaba un sobre blanco. Alberto no pudo resistir la tentación y abrió el sobre para ver su contenido. "Gracias por existir" y una firma. La letra estaba manuscrita y parecía de hombre. La firma era un laberinto de curvas que podía contener varias letras y ninguna a la vez.

Allí permaneció Alberto unos minutos. Quieto. Pensando. Decidiendo qué hacer. Una estatua pensante, un hermano erguido de la obra de Rodin. Sólo Luka se movía de vez en cuando para mirar alternativamente a su dueño y a la puerta de su casa.

Un ladrido de Luka hizo reaccionar a Alberto. Guardó la nota dentro del sobre y el sobre dentro del bolsillo de su chaqueta. Se dirigió hacía la puerta de su casa y entró, tratando de mantenerse en calma. Encontró a Elisa en el salón, con los ojos enrojecidos y el pañuelo en las manos. Al verlo entrar con el enorme ramo de rosas rojas en la mano, corrió hacía Alberto llorando y le abrazó muy fuerte. Alberto también empezó a llorar y los dos compartieron lágrimas y abrazos mientras Luka les miraba con la cabeza ladeada sin entender nada.

En la cola


Beep - 276, Mesa B

Otro más. Ya sólo me quedan… Mmm… Siete números para que me toque. Si llego a saber que en esto se tarda tanto hubiese venido antes. Total, para lo que estaba haciendo en casa... Nada… Ver la tele, leer el periódico y cabrearme con el mundo... Me podría haber levantado media hora antes y haberme venido directo, sin vaguear. Pero me daba pereza venir... Bueno, no sé si era pereza exactamente...

Beep - 277, Mesa F

No, creo que era más vergüenza que pereza. A mis años, después de tanto tiempo trabajando, ahora me tengo que apuntar al paro. ¡Joder! Todavía no me explico cómo no he encontrado nada decente en estos meses. Tengo estudios, cursos del sindicato, experiencia de años en varias empresas... Y nada. Bueno, nada en condiciones. Porque si lo que piensan es que me voy a rebajar a cobrar una mierda a cambio de currar como un esclavo o a hacer el trabajo de un becario, ¡van listos! ¡Que se me valore, coño! Que yo lo valgo… Además, que la hipoteca hay que pagarla. Y están los bancos cómo para hacer regalos...

Beep - 278, Mesa A

Ese tiene pinta de estar peor que yo. Por lo menos parece mayor que yo. Debe tener más de sesenta. A mi aún me falta para los sesenta... Meses, vale, pero aún me falta. Lo bastante como para no poder jubilarme todavía. A este paso, no sé si podré jubilarme alguna vez... Ojalá el capullo de José no hubiese vendido la empresa. ¡Si no le hacía falta! Tiene un montón de dinero y sabía que vendiendo nos dejaba a todos los trabajadores con el culo al aire. Y a las familias. ¡Encima que nos hemos dejado los cuernos por él todo este tiempo! Y pasó lo que dijimos que iba a pasar: vino el dueño nuevo y se quitó de encima a los que más cobraban... A los que más cobrábamos... Y metió a cuatro niñatos que se creen que lo saben todo... Pagándoles la mitad que a nosotros, claro... Y cuando vas a preguntar por qué tú, te salen con el rollo de las cuentas, la crisis y el mercado... ¡Y una mierda!

Beep - 279, Mesa C

Uno menos. Esta chica ni siquiera se sienta... Mejor, así esto irá más rápido...

Beep - 280, Mesa C

Si no fuese por Eva no sé qué habríamos hecho... Los niños tienen que estudiar y necesitan cosas... Bueno, los jóvenes ya, que se me han hacen mayores... Al menos se han dado cuenta de la situación y no piden. Saben que no podemos llevar el ritmo de vida que llevábamos antes... Pero son jóvenes, tienen que viajar, salir con sus amigos, comprar libros, material, usar el transporte público... Rafa quería ya un coche y va a tener que esperar. O ponerse a currar por su cuenta... No, por ahora no. Mejor le convenzo para que se centre y termine la carrera. Le dejaré el mío si me promete no hacer el tonto con él... Bueno, ya veremos…

Beep - 281, Mesa D

Pues eso, que si no fuera por Eva... No le importó ponerse a currar después de tanto tiempo... Desde las siete de la mañana, de lunes a sábado, mientras yo me quedo en casa, haciendo lo que puedo y cómo puedo... Y encima cuando vuelve después de todo el día fuera, tiene que repasar lo poco que he hecho, para asegurarse de que no he metido la pata... ¡Joder, menudo desastre estoy hecho! Menos mal que ya he aprendido a hacer algo... Lo tenía que haber aprendido antes, hace tiempo... Pero claro, entonces no me hacía falta... Y pensaba que nunca me haría falta... ¡Cómo te cambia la vida de la noche a la mañana! Y lo peor es que no quería darme cuenta... Casi convencí a Eva de que en dos semanas estaba currando otra vez. ¡Coño, si conocía a muchísima gente! Alguno tendría alguna cosa para mí, ¿no? Y la pobre me creyó, cuando casi no me creía ni yo... ¿Este tío por qué tarda tanto? ¡Se enrolla como las persianas! Pensará que va a convencer al funcionario ese para que le dé algo...

Beep - 282, Mesa B

Ya sólo me queda uno. A ver si pasa rápido, ¡que estoy harto ya de esperar! Voy a ir preparando los papeles... ¡Cómo me diga que me falta algo, me cago en todo y la lío! Que esa es otra... Cuando no te piden un certificado de no sé qué, te piden una foto de carnet o la firma del Papa... Total, por pedir… Que lo hacen para echar gente para atrás... Cuánto más lo complican, menos gente se apunta...

Beep - 283, Mesa E

El mío, me toca...

- Buenos días, que vengo a apuntarme...