Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

domingo, 17 de junio de 2018

Microcuento

Pude sumar mi mar a su mar y pude mimar.
Quise quemar el mar. ¡Y qué mar!
Supe a mar y supe amar.

lunes, 21 de mayo de 2018

El niño con el corazón de patata



Bruno era un niño que tenía el corazón de patata. Sí, de patata. Era un milagro de la naturaleza. Los médicos no se explicaban cómo pudo sobrevivir al parto y cómo podía seguir con vida. Pero sus padres se asustaron tanto cuando se confirmó su peculiar patología que decidieron abandonarlo.
Vivía en un centro de acogida y no era feliz. Se sentía raro, diferente de cualquier otra persona que conociera. Los demás niños no querían jugar con él, le miraban como si fuera un monstruo. Y a los adultos les daba pena, aunque siempre renunciaban a adoptarle por los problemas médicos que pudiera padecer.

Un día llegó al centro otro niño también abandonado por sus padres. Tenía el corazón de papel. Sí, de papel. Otro milagro de la naturaleza, otro caso excepcional que nadie entendía cómo podía vivir. A diferencia de Bruno, el niño con el corazón de papel estaba siempre feliz.

- ¿Cómo te llamas? - le preguntó Bruno nada más conocerle.
- Diego. Pero todos me llaman "Corazón de papel". ¿Y tú? - le respondió.
- Me llamo Bruno. Yo tengo el corazón de patata. - respondió con vergüenza.
- Entonces te llamaré "Corazón de patata". - dijo riendo.
- ¿Por qué estás siempre contento? Eres un bicho raro. - preguntó Bruno.
- Porque no hay nadie como yo, nadie en el mundo. Y me alegro mucho de ser así. - respondió Diego con otra carcajada.
- Yo también soy diferente de los demás. No hay nadie más como yo.
- Entonces, ¿por qué estás triste?

El corazón de patata palpitó. Y, por primera vez en mucho tiempo, a Bruno se le escapó una sonrisa.


[Publicado en la revista Cheshire www.revistacheshire.com]

miércoles, 4 de abril de 2018

Microcuento

Cuando pasó de página se encontró con un capítulo en blanco. Y se alegró mucho de poder escribir su propio final.

lunes, 5 de febrero de 2018

El interruptor


- ¿Y cómo dices que se llama?
- Todavía no tiene nombre comercial, están esperando a tener la aprobación definitiva para sacarlo a la venta. Por ahora lo llaman “El interruptor”.

Los dos hombres de unos cuarenta años entran en el hospital por una puerta de servicio. Uno de ellos enseña su credencial al guardia de seguridad que asiente mientras les deja pasar sin preguntar nada. El hombre de la credencial guía al otro por varios pasillos hasta llegar a un ascensor de puerta metálica. Una vez en el ascensor, retoman la conversación.

- Ese interruptor será algo seguro, ¿no? A ver si voy a tener problemas después de…
- Por lo que yo sé, todas las pruebas que se han realizado con los animales han sido un éxito. Si no, no habrían pasado a la fase con voluntarios humanos. No te preocupes, son excelentes profesionales.
- Ya… Es sólo que me produce mucho respeto…
- Es lógico. Pero recuerda todas las ventajas que te he contado. Todo a cambio de un único pinchazo que no dura ni cinco segundos. No te preocupes, el doctor te lo explicará mejor.

Los dos hombres llegan a la planta dieciséis y entran en un enorme despacho. Al fondo, junto a una inmensa cristalera, el doctor enfundado en una bata blanca lee un dossier de varios folios. Al verles entrar, lo deja en la mesa y se dirige hacia ellos con una amplia sonrisa. Es un hombre alto, cercano a los sesenta años y con una calva incipiente. Estrecha la mano de los dos hombres mientras habla de forma melosa:

- ¡Muchas gracias por venir! Es un placer poder recibir a nuestro primer paciente. Por favor, siéntese. Es usted un pionero, una referencia para la ciencia. En el futuro, será usted recordado como el hombre que permitió mejorar la vida de toda la raza humana.
- Gracias, supongo.
- ¿Le han explicado ya en qué consiste?
- Sí, algo me han contado – dice mientras mira al hombre de la credencia que espera sentado al lado de la puerta -. Pero no me vendría mal que me lo volviera a contar.
- Por supuesto, se lo explico todo encantado. Verá, en este departamento llevamos años investigando en nanotecnología, en concreto en su uso en temas médicos y de salud. Hemos avanzado mucho y estamos a punto de dar por finalizado el desarrollo de un nuevo dispositivo que revolucionará la medicina tal y cómo la conocemos. Mediante una incisión microscópica podemos introducir en la base del cerebro del paciente este dispositivo que permite controlar la actividad cerebral. En concreto, permite activar y desactivar parte de sus funciones.
- De ahí que se le llame “El interruptor” – apostilla el acompañante desde su silla.
- Correcto – prosigue el doctor con su voz melosa -. Pero el nombre es provisional. Lo importante es que se puede desactivar parte del cerebro y volver a activarlo a demanda, desde una pequeña aplicación instalada en el móvil del paciente. Desinhibe las ondas cerebrales causantes de la ansiedad, el estrés, el miedo, la angustia… Y permite que puedan apagarse temporalmente y volver a activarse pasado un tiempo establecido por cada paciente, según su criterio. El efecto secundario es un estado de total relajación por parte del paciente, por lo que el sujeto se queda aletargado, como si estuviese dormido profundamente durante ese tiempo. Por supuesto, las constantes vitales se mantienen y el paciente no sufre ningún riesgo. Todo ventajas, ¿no cree?
- Es decir, que sirve, por ejemplo, para cuando no puedes dormir porque no puedes dejar de pensar en algo, ¿no?
- ¡Exacto! – la sonrisa del doctor es aún más amplia y triunfalista -. Imagínese lo que supone. Se acabaron las noches en vela, el fin de darle vueltas a los problemas sin poder sacarlos de su cabeza. El paciente se duerme, descansa y a la mañana siguiente tiene todo el tiempo que necesite para pensar en lo que quiera. Evidentemente, esto no solucionará los problemas que tenga. Pero le evitará malas noches sin poder dormir. Se acabaron los somníferos y otros fármacos con problemas de adicción. En un futuro podría ser la solución al insomnio, al estrés excesivo causante de problemas cardiacos, a los accidentes de tráfico por falta de descanso… ¡Es prometedor!
- Pero no se ha usado nunca con personas, ¿verdad?
- Cierto. Hemos realizado experimentos con diferentes tipos de animales y han sido un éxito completo. Pero – el doctor baja el volumen de su voz, como si alguien pudiera oírle – no se nos permite oficialmente hacer pruebas con seres humanos, todavía. ¿Me entiende?
- Sí, ya me han avisado. No puedo decir nada de todo esto hasta que ustedes me autoricen.
- Eso es, debe firmar su consentimiento que incluye un acuerdo de confidencialidad que tengo aquí mismo – el doctor recoge de la mesa el dossier que estaba leyendo y lo entrega a su interlocutor.

El dossier tiene unas doce páginas que hojea por encima. Al final hay un espacio de puntos junto a su nombre y la fecha del día. Es donde debe firmar si quiere aceptar participar en la prueba.

- Otra duda…
- Las que quiera. Estamos para informarle de todo lo que necesite – de nuevo la sonrisa amplia del doctor y el tono meloso.
- Concretamente, ¿cómo se maneja el interruptor?
- Muy sencillo. Instalamos una app en su teléfono móvil que le permite interactuar con el dispositivo. Están vinculados unívocamente, son personales e intransferibles, tanto la app como el dispositivo. Y en la app sólo tiene dos opciones: activar y desactivar, como el on y el off de todos los electrodomésticos caseros. Paradójicamente, activar el dispositivo desactiva el cerebro y viceversa – el doctor ríe de su propia broma sin que ninguno de los otros dos le siga. – Para ello, primero establece cuánto tiempo quiere estar desactivado y luego pulsa el botón de activar. Su cerebro entrará en una especie de sueño profundo. Pasado el tiempo establecido, el dispositivo vuelve a activar la parte del cerebro correspondiente y el paciente se despierta de la misma manera que después de una siesta. Por supuesto, para activarlo la app le solicitará una clave que únicamente usted conocerá. Así nadie podrá aprovecharse del dispositivo aunque le robaran el móvil. Ni siquiera nosotros podríamos utilizarlo. La app tiene los más modernos sistemas de seguridad, utilizando doble encriptación y un algoritmo prácticamente indescifrable para la comunicación con su dispositivo. Además, están identificados por constantes biométricas extraídas de su ADN. Únicamente usted podrá controlar su dispositivo. Al igual que únicamente usted puede usar su cerebro. Es decir, es cien por cien seguro.
- Y para meter el dispositivo en mi cabeza…
- Un pinchazo minúsculo, como si se le pusiera una vacuna – interrumpe el doctor -. Ni puntos, ni dolores, ni cicatriz. No notará nada. Desde aquí le haríamos las revisiones oportunas. Es muy importante para nosotros poder monitorizar todo lo que le sucede, aquí estará perfectamente atendido.

El hombre con el dossier en la mano recuerda todas las noches en vela, sus trastornos de ansiedad, su tensión alta debido al estrés del trabajo y a las preocupaciones del día a día, sus problemas y discusiones con su familia. Una mala racha que dura ya demasiado.

- De acuerdo, déjeme un bolígrafo y firmo el consentimiento.
- ¡Perfecto! Tenga – el doctor le entrega un bolígrafo que sostenía en la mano durante toda la conversación -. Ahora mismo aviso a mi equipo para que preparen la intervención.
- ¿Ahora? ¿Ya? No pensaba que fuera tan rápido…
- ¿Para qué esperar? Se prepara todo en cinco minutos. Acompáñeme, por favor – el doctor se dirige a la puerta mientras marca un número en su teléfono móvil -. Preparad todo, bajo a la sala con el paciente cero.

El hombre sale del hospital con la nueva app instalada en su móvil y un leve escozor en la nuca. Para un taxi que le lleva a su casa y entra directamente en la habitación. Aún no ha llegado nadie de su familia y está ansioso por probar a desactivarse el cerebro. La gata angora que vive con ellos le acompaña hasta la cama, intentando conseguir algo de atención de su dueño y tendiéndose a sus pies. El hombre accede a la app del móvil y establece una nueva contraseña para poder usarla sin la injerencia de los médicos. Se fía de ellos, pero nunca se sabe. Es mejor ser precavido. Configura el tiempo de inactividad a cinco minutos, más que suficiente para comprobar si funciona correctamente. Respira profundamente y pulsa el botón de activación. Inmediatamente empieza a sentir somnolencia y su mente se queda en blanco. El teléfono móvil queda sobre la cama, junto a su cuerpo inerte. La gata se acerca a su dueño buscando una caricia. Recorre las piernas, el estómago, el pecho y se dirige hacia su mano. Una de sus patas golpea levemente el teléfono que se desliza lentamente por el edredón. Resbala poco a poco hasta caer al suelo, rompiéndose la pantalla y quedando inutilizado. La gata ronronea en la oreja de su dueño, intentado despertarle en vano. Pasan los minutos y la gata deja a su dueño tumbado en la cama, sabiendo que hoy no recibirá ninguna caricia de su parte.

[Inspirado en la serie Black Mirror]

jueves, 1 de febrero de 2018

lunes, 29 de enero de 2018

Microcuento

- Quiero saber la verdad - dijo el mentiroso.
 
- Nunca me creerías - respondió el escéptico.