Llevas una
vida en la que todo encaja, jugando cada día a que hoy sea perfecto.
Colocas con cuidado cada una de tus fichas, para que todo siga en
orden. Es verdad que, en ocasiones, las jugadas no son tan buenas
como quisieras y las fichas te dan una mala puntuación. Pero sigues
jugando, no lo puedes evitar. Es por culpa de esa especie de adicción
que supone el no saber qué vendrá después, qué jugará el otro,
cómo acabará la partida. Sabes que puedes ganar pero también sabes
que puedes perder. Bien o mal, todo va encajando en el juego de la
vida.
Pero cuando
menos lo esperas, algo se cruza, alguien te encuentra, lo que nunca
imaginabas que pasaría, pasa. El azar es así de inesperado. Es
parte de su encanto. Un día, casi sin darte cuenta, tus fichas se
descuadran y todo se descoloca. No lo has visto venir, ha sido sólo
un instante. Zas! Todo ha cambiado de golpe.
Antes
pensabas a menudo en que te DESNUDARA y ahora tu único pensamiento
es que te quieres DESANUDAR. Antes nadie os podía DESVIAR de vuestro
camino y ahora los días son DERIVAS infinitas. Antes tenías una
COSA y ahora tienes el CAOS. Antes ERAMOS AMORES.
Y ahora,
¿qué?
La parte
negativa es que nadie conoce tus fichas, sólo tú. Nadie puede
ayudarte a ganar. La parte negativa es que no conoces las fichas de
los demás. ¿Cómo saber entonces cuál debe ser tu siguiente
movimiento? Es muy arriesgado porque un movimiento en falso y todo
acaba. Una ficha mal colocada y pierdes de nuevo la partida. Y tú ya
has perdido demasiado. En realidad, a nadie le gusta perder. Hay
quién te recomienda que preguntes a los demás qué fichas tienen,
así sabes a qué atenerte. Claro, qué sencillo parece todo cuando
no eres uno de los jugadores. ¿Y si no te responden? Peor aún,
¿cómo sabes si te están diciendo la verdad? ¿Confías en que los
demás jugadores sean igual de leales que tú? Nadie puede estar
seguro de eso. Incluso dudas de ti mismo, de cómo de leal serías si
alguien te las preguntara a ti.
Entonces,
¿qué?
La parte
positiva es que sabes que, cuantas más partidas juegues, más irás
aprendiendo. Además, tus fichas las gestionas tú y sólo tú las
conoces. Puedes guardarte alguna para colocarla más adelante. Puedes
esperar a qué te llegue la ficha que mejor se adecua a tu juego.
Puedes cambiar de fichas si las que ya tienes son difíciles de
colocar. Puedes pasar de jugar por un momento, dejando el peso de la
partida a los demás, para darte tiempo a pensar mejor la jugada. La
parte positiva es que ganar el juego está también en tus manos.
Así que tú
decides... ¿Juegas?