Desde hace algún tiempo he ido guardando en una caja roja algunas historias, relatos, microcuentos y pensamientos. Algunos reales, otros imaginarios. Ahora los comparto con vosotros...

miércoles, 6 de abril de 2016

Fundido a negro




Hay personas que no deberían irse nunca. Y, sobre todo, hay personas que no deberían irse pronto. Mi amigo Hugo era una de esas personas.

Conocí a Hugo en el trabajo, hace ya siete años. Los dos comenzamos a trabajar el mismo día en la empresa y nos sentaron uno al lado del otro. Los dos éramos igual de jóvenes, igual de inexpertos, igual de ingenuos e igual de responsables. Pero nos tomábamos la vida de forma muy distinta. Desde el principio nos tocaron las narices con los horarios y las tareas. Tenían una norma no escrita de que lo que no quería nadie, le caía a los nuevos. Marrón tras marrón. Y mientras yo me amargaba y me quejaba sin parar, Hugo desprendía optimismo. Incluso aprovechaba para contar chistes y reírse de todo en los momentos de más presión. "Hay que tomarse la vida con humor", me decía a menudo.

Dicen que el roce hace el cariño. Cada día que pasaba con Hugo aprendía a quererlo un poco más. No era sólo por su actitud positiva, sino porque era muy buena persona y se hacía querer. Ya sé que es lo que se dice de casi todas las personas cuando ya no están. Pero en su caso no es un tópico.
Cuando le detectaron el cáncer, en fase demasiado avanzada, fue un mazazo para todos. Pero él, aparentemente, se lo tomó con resignación y entereza. "No soy el primero ni seré el último. Este partido lo voy a ganar", decía. Nos prohibió que lo llamáramos "una larga enfermedad" y no tenía ningún reparo en hablar de ello con toda naturalidad. 

Llegué al funeral completamente hundido. El olor de la cera de las velas quemándose mezclado con el aroma de las flores de la sala me revolvió el estómago. El cura del cementerio ofició la ceremonia de forma rutinaria, supongo que como todas las que ya había oficiado en su vida. Pero cuando terminó, dijo: "Ahora alguien os quiere decir unas palabras". Sacó un mando a distancia de debajo del atril y encendió una de las pantallas que había en la sala. Hugo apareció en el plasma. Estaba sentado en una butaca del hospital, con un camisón verde y un gotero enganchado al brazo. Tenía ojeras y había perdido todo el pelo de la cabeza y bastantes kilos. Su aspecto era muy cansado. Pero sonreía.

"¡Vaya pintas llevo, eh! Tenía pensado ponerme un traje de lo más elegante, acorde a la ocasión. Pero no tenía ninguno que me hiciera juego con este verde horroroso. Voy a poner una queja al hospital para que los camisones sean blancos, que así pegarían con todo.

Bueno, pues ya estamos todos en mi funeral. Quería daros las gracias por haber venido, así no estoy sólo. Hubiera sido muy aburrido y muy triste. Creo que la última vez que vino tanta gente a verme fue en mi último cumpleaños, ¿os acordáis? Os aseguro que yo sí. Por esa época ya sabía que esto (se señala la tripa con el dedo) tenía mala pinta, pero no hubiese cancelado la fiesta por nada del mundo. ¡Me lo pasé genial ese día! Todavía me acuerdo del buen rato que pasamos en el karaoke... Seguro que lo que no podéis olvidar vosotros es mi terrible versión de "I will allways love you". ¡Vaya gallos me salieron! Evidentemente era por la medicación porque todos sabéis que yo canto de maravilla, ¿no? (nos guiñó un ojo) Por favor, proponedme para el Grammy póstumo a la peor versión del año, ¡me lo llevo seguro!

Ahora en serio... Gracias. Gracias a todos por estar ahí. Hoy y siempre. Ahora que tengo mucho tiempo para pensar y recapitular lo que ha sido mi vida me doy cuenta de que sois lo mejor que he tenido. Mi familia, mis amigos, todas las personas que me habéis querido y que habéis hecho que mi camino haya merecido la pena. Gracias de corazón.

¡Eh! ¡Pero nada de lágrimas, que nos conocemos! Ahora mismo quiero que os vayáis todos a un bar y os toméis lo que queráis. Le he dejado a mi hermano dinero para invitaros a todos. Una fiesta más a mi salud. Bueno, en este caso a mi falta de salud. ¡Y que no sea la última!

¡Hala, a emborracharse todo el mundo! Es mi última voluntad y tenéis que cumplirla, que para algo soy un moribundo (nos volvió a guiñar un ojo).

Adiós a todos. Os quiero."

Hugo levantó la mano para despedirse desde la pantalla y siguió sonriendo mientras la imagen se fundía a negro.