Los zapatos vacíos brillaban junto a la puerta. Otros años aparecían
por la mañana llenos de caramelos y chucherías, rodeados de regalos.
Pero este enero era diferente. Ella se marchó para siempre unas semanas
antes y toda su ropa y sus zapatos seguían en el armario. Al apagar la
luz antes de irse a dormir, un pensamiento fugaz cruzó por su mente: “¿Y
si sigue existiendo la magia?”. Cuando despertó del efecto del
ansiolítico sintió de nuevo la ilusión en la tripa, como cuando era
niño. Saltó de la cama y corrió hacia la puerta. Allí seguían los
zapatos vacíos.
[Enviado a Relatos en Cadena de la Cadena Ser]
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