Lo único que me gusta de viajar en metro es poder inmiscuirme
por unos minutos en la vida de unos desconocidos sin que se den cuenta. A veces
me tengo que conformar con mirarles e imaginarme cómo son. En otras ocasiones,
ni siquiera hace falta que me invente nada. Por ejemplo, estas dos mujeres que acaban de sentarse en frente. Aunque
intentan ser discretas, se les oye perfectamente.
- Que me quiere, me dijo...
La que acaba de hablar debe tener treinta
y pocos años. Viste traje de chaqueta oscuro que parece de los caros. Diría que
es una ejecutiva de alguna de las empresas ubicadas en el centro, hacia donde
se dirige el metro. Pelo largo y moreno, muy cuidado, y unos ojos verdes
realmente bonitos. El maquillaje oscuro que los enmarcan hace que destaquen aún
más.
- Pero ¿cómo que te quiere?
La otra mujer parece mayor, pasa los
cuarenta con holgura. Le ha preguntado con cierta extrañeza, dudando. Aunque
también va bien vestida, no llega al nivel de la de ojos verdes. En mi opinión,
los vaqueros y la camiseta estampada son demasiado juveniles para ella. Lleva
el pelo muy corto y teñido de rubio platino. Me temo que la crisis de los
cuarenta le ha golpeado fuerte.
- Pues eso, que me quiere. Que está
enamorado de mí.
- Pero si os conocéis de toda la vida,
¿no?
- Sí. Supongo que no me había dicho nada antes
precisamente por eso, porque somos muy amigos y no lo quería estropear.
Los ojos verdes miran directamente hacia
una de las ventanillas del metro, pero no se fijan en nada concreto.
- Y ha tenido que esperar hasta ayer,
precisamente. No sabía que habías quedado con él.
- En principio era sólo para darle la
invitación y ya está. Pero yo tenía tiempo porque José también había quedado
con unos amigos y no quería estar sola en casa. Me propuso tomar unas cervezas
y picar algo y me pareció buena idea.
- ¿Y te lo soltó así, sin más?
- ¡No! Estuvimos juntos y hablando un buen
rato. Primero de la boda: le conté todo el rollo de los preparativos, los
invitados, los agobios por organizarlo todo, lo poco que colabora José… Él
escuchaba, como siempre. Luego, no sé cómo, empezamos a hablar de cuando nos
conocimos nosotros y recordamos algunas batallitas.
Los ojos verdes brillan un poco. No sé
si por la emoción o por la nostalgia.
- Después nos pasamos a los mojitos.
Estaba borracho, seguro...
La mujer mayor alza mucho las cejas, casi
alcanzan a sus pequeños vecinos rubios de arriba.
- Los borrachos siempre dicen la verdad.
- Ya. Y los niños.
- Este no es un niño, precisamente...
Pero, entonces, ¿cómo te lo dijo?
- Pues en un momento de la conversación le
dije que no entendía cómo él nunca se había casado. A ver, es cierto que no es
un Adonis, pero no está mal. Y es un tío encantador, con mucho sentido del
humor y muy buena persona...
- No te vayas por las ramas, ¿cómo te lo
dijo?
Los ojos verdes vuelven a perderse en el oscuro
túnel del metro. Parecen tristes. Suspira.
- Fue un poco raro. Cuando le dije eso, me
contestó que porque estaba esperando a la mujer perfecta. Y me miraba
fijamente, muy serio. Pensaba que estaba bromeando, como siempre. Yo me reí,
creo que también estaba un poco borracha... Me metí con él diciéndole que
siguiera esperando, que no existe la mujer perfecta. Él no dijo nada, me seguía
mirando a los ojos.
Desde luego, a mí no me extraña. Esos ojos
son dignos de mirar y admirar.
- ¿En serio?
- En serio. Entonces yo dejé de reírme. Y
me dice que sí existe la mujer perfecta. Y que la tiene delante. Y que me
quiere. Y que siempre me ha querido.
La mujer de pelo corto abre mucho la boca
y casi más los ojos. Resopla.
- ¡Buff! ¡Qué fuerte! ¿Y qué hiciste?
- Pues no sabía qué hacer ni qué decir. Me
quedé muy cortada. Creo que le dije que me tenía que ir. Me levanté y me marché
del bar. Le dejé allí, con el mojito en la mano y la cuenta en la mesa.
Los ojos verdes vuelven a brillar. Y a
perderse. Y ella vuelve a suspirar.
- ¿Y hoy no ha dado señales de vida? ¿No
te ha llamado o te ha escrito algún mensaje?
- No.
- ¿Y tú? ¿No le has dicho nada a él?
- No.
- ¿Y no vas a volver a hablar con él del
tema? ¿Vas a esperar a encontrártelo en la boda y disimular? Vamos, como si no
hubiera pasado nada...
La chica de ojos verdes se toma unos
segundos antes de responder.
- No creo que venga a la boda.
- ¿Cómo no va a ir? Es tu mejor amigo, sus
padres y tus padres son amigos. En tu familia todos le conocen. Sería raro que
no viniera, todos los que vamos a ir sabemos que está invitado.
La chica de ojos verdes hace una nueva
pausa de unos segundos.
- Seguro que no viene.
- ¿Cómo estás tan segura? Igual espera al
momento ese que el cura dice lo de "que
hable ahora o calle para siempre" para volver a declararse allí, delante
de todos. Y entonces sí que se lía…
- No, seguro que no lo hará. Y eso es sólo
en las películas, en las bodas de verdad no es así.
- Bueno, ya me entiendes. ¿Por qué sabes
que no irá?
Los ojos verdes vuelven a brillar. Ahora ya no parecen
tristes.
- Porque no va a haber boda.